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Curso 2016/17

domingo, 1 de noviembre de 2009

Berto ya no vive aquí.



Marta Aparicio.

Creo que todo fue culpa de mi madre. Y le estoy muy agradecido. Cada noche me leía un cuento. Y nunca pasó nada, hasta que pasó. Ese día yo cumplía 8 años y mi madre, como siempre, me contó un cuento. Solíamos alternar entre historias de los Hermanos Grimm, Andersen o cualquier libro viejo que veíamos por casa. Por supuesto, me acuerdo del cuento de aquella noche: “El dragón sin fuego”.

Lo más curioso fue que, aparentemente, no pasó nada. Después de leer me puse a jugar con mi madre y, haciendo el tonto, el libro se escurrió entre la pared y la cama. Como ya era tarde decidimos recogerlo al día siguiente. Luego, por la mañana, no me acordé, pero cuando por la noche me acurruqué entre las sábanas, pensé en el libro. Así que me levanté, me agaché, estiré el brazo y… ¡menudo mordisco! Menos mal que saqué la mano rápido porque lo que había allí debajo estaba hambriento.

Tuvieron que pasar varios días hasta que le encontramos una explicación a todo este asunto. En esto nos ayudó mi padre, que trabaja de biólogo en un instituto científico y que ha visto todo tipo de desarrollo molecular. Según me explicó, y os lo voy a resumir, cuando el cuento de “El dragón sin fuego” cayó debajo de la cama, se partió. Y de esa parte, tan sobrealimentada por las historias contadas en mi habitación, nació un dragón. Bueno, nació Berto, Norberto, así fue como le llamé. Con él viví un montón de historias, algún día las escribiré, pero hasta ahora no había hablado de él en público porque no me apetecía que los medios de comunicación se agolparan a las puertas de mi casa. Al menos ahora, si lo hacen, no sacarán nada porque ya no vive aquí. Yo he cumplido 12 años, él 4, pero ya es un dragón adulto y no cabía en mi habitación. Por eso, la semana pasada le compramos un GPS y se ha ido rumbo a Escocia. Creo que puede vivir bien por allá y el verano que viene intentaré ir a verle.

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