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Curso 2016/17

domingo, 1 de noviembre de 2009

LA PIEDRA QUE CONCEDE TODOS LOS DESEOS



Dori Valero
Shelog era un sabio dragón que vivía en el Himalaya. Los hombres, emperadores o campesinos, le pedían consejo por su sabiduría. Atormentado por los problemas ajenos se adentró en las montañas para vivir solo. En el camino encontró a una niña descalza, sucia y vestida con harapos. “¿Sabes quién soy?” “El dragón sabio. El consejero del emperador. El guía espiritual del poeta. El maestro del ignorante.” Shelog irguiendo orgulloso las púas de su espalda. “¿No quieres pedirme nada?” “¿Qué puedo desear de un cobarde que huye?” Sus púas cayeron como losas sobre su espalda y se puso a temblar de rabia. “Si sabes quien soy sabes que puedo escupir la piedra que concede todos los deseos y hacerte una mujer rica y hermosa.” La cosita desvalida le abofeteó. “Si no me esfuerzo en conseguir las cosas, ¿cómo sabré que valen la pena? Acabaré siendo un viejo dragón perezoso y cobarde que abandona cuando las cosas se ponen difíciles.” Estas palabras enfurecieron al dragón que provocó una gran tormenta sobre la niña. La pequeña ni se movió. Shelog, enojado, siguió su camino. Sin embargo, al anochecer dio media vuelta y buscó a la niña. Recorrió el cielo, el agua y la tierra. Cuando no la encontró se convenció que todo había sido un sueño. Pero sus retinas conservaban la imagen de la indefensa recogedora de leña y en sus oídos retumbaban sus palabras. Escupió una de sus piedras mágicas y escribió una nota que dejó en el lugar de su irreal encuentro. “En agradecimiento por los consejos no dados.” En ese momento, el cielo se abrió y de él surgió la figura de una hermosa dragona de escamas verde esmeralda. Durante un minuto, que duró un suspiro, cruzaron sus intensas miradas. No hizo falta ni una palabra. Reconocía aquellos ojos. La reconoció. El corazón se sabía de su pecho. Había encontrado a su compañera. El regazo donde descansar su cabeza. El deseo que estrechar en sus brazos. Los ojos donde mirarse. El palpitar del corazón con el que medir el tiempo. Su todo. A sí mismo.

Créditos de la imagen: http://arescronida.files.wordpress.com/2007/11/dragon-tibet.jpg

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